La foto

No soy lo que se dice, un pibe fotogénico. Si me detengo en cada una de las innumerables fotografías que componen las decenas de álbumes en los que aparece retratada mi persona, es fácilmente detectable la regularidad de la pose inclinada hacia un costado, la sonrisa un poco de lado y la expresión vacía. Las fotos carecen de expresividad. Casi como un minuto de silencio retratado. Algo así.
Lo triste es que no me había percatado de ello hasta que un amigo, que actualmente reside en México, me lo hizo notar en un breve chat hace bastante tiempo. No recuerdo qué otros temas se trataron en esa conversación virtual, y si lo hiciera, no viene al caso. Lo cierto es que la observación despertó en mi el impulso de corroborarlo empíricamente. Acto seguido caí en la cuenta de la veracidad de aquella inquietud por mi amigo planteada.
La repetición es constante. Paisaje, amigos, ambiente de fiesta, pose inclinada, sonrisa de lado o casi. A pesar de la poca importancia que cualquier persona podría darle a esta cuestión, aparentemente en mi, y desde hace ya varios años, se ha convertido en una obsesión. 
El acontecimiento de la fotografía ha pasado a ser un evento casi trascendental y único. He recurrido infinitas veces a la técnica de la indiferencia, a no prestarle demasiada atención al "foto, foto!". Sin embargo, ahí aparezco, con esa expresión inmutable, de estatua viviente. He eliminado más fotografías de las que he podido sacar. 
Las personas ocasionales que por "x" casualidad toman una fotografía en la que me veo involucrado, deben huir despavoridas ante mi constante acoso para poder ver "qué tal" he salido en aquella imagen. Me he convertido en el terror de los fotógrafos de fiestas y eventos a los que asisto. Evitan constantemente capturarme con sus máquinas. 
Hace ya un par de años que no logro hacerme de una fotografía que inmortalice mi actual apariencia. Mi imagen ha permanecido jovial. Como un Dorian Gray a la inversa. De a ratos he comprobado que los momentos de soledad son mas prolongados, las invitaciones a reuniones y cumpleaños han disminuido vertiginosamente y los amigos que solían visitarme ya han dejado de hacerlo. 
Mi siquiatra no logra dar en la tecla con mi diagnóstico, y las sesiones pasan velozmente, como un flash! -el sólo hecho de mencionar esa palabra me provoca un escalofrío ascendente en la espalda-.
De a poco me he recluido en estas cuatro paredes que se parecen a un cuarto oscuro -escalofrío-. La semana que viene tengo que renovar mi pasaporte y me han pedido una fotografía 4x4.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

uhmmmm.... muy interesante ....me gusto ...para reflexionar ....ida

Cristian Ochoteco dijo...

Algo tuve que ver en esta historia y no me acuerdo...

Igual, para lo del pasaporte, venite de martes a jueves con tu DNI y las fotos, eh...