Puerta 12

Por el altavoz se anunciaba la partida de su vuelo. Por tercera vez. El joven respiraba lentamente y en cada inhalación introducía un centenar de dudas. Pensó que odiaba los aeropuertos tanto como los tapizados color azul de los asientos de la sala de espera. Recorrió una vez más el salón buscando alguna vana excusa que lo retenga en aquel lugar pero no logró encontrarla, ni en la charla indescifrable con los extranjeros ni en los ojos de aquella joven que apenas lo miró. Tomó su mochila, como ya lo había hecho tantas veces desde su llegada, y apuró sus pasos hacia la puerta 12. Miró por la ventanilla con una nostalgia pasajera, y se rió pensando en aquella frase, ¿será una nostalgia exclusiva de los pasajeros?. Se quedó perplejo ante la belleza de la azafata que con ademanes indicaba las salidas de emergencia y confió en que en pocas horas más se repetiría la historia, como en la página del libro que nuevamente leía. 

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