Espejos

No era raro encontrarse con él cada tarde, sentado en el mismo sitio y con aquella mirada perdida y taciturna. Ramiro era un hombre solitario. Observarlo era como sentirse solo y abandonado. Por lo menos a mi me daba esa sensación. La misma pose despreocupada. El cigarrillo como parte de su boca, apéndice tambaleante que de mirarlo fijo tenia la capacidad de hipnotizar a cualquier desprevenido.
A Ramiro no se le conocían amigos. Solía contemplarlo mientras bebía su vaso con cerveza negra tibia. Eterno paisaje impensable sin él, sin su presencia, el de aquel bar que parecía haberse quedado en el tiempo de poetas y soñadores de palabras y madrugadas sin fin.
Ramiro poca veces hablaba. Sus ojos vacilaban entre los tragos que propinaba a su oscura compañera y algún objeto que, caprichosamente llamaba su atención esa tarde. Se quedaba inmóvil por largos ratos, y de nuevo el movimiento de su brazo parecía darle inercia al mundo. Esporádicos, como matándolo lentamente. De a sorbos le consumía la vida. Las tardes en aquel bar se le llevaban la vida de a poco. Y creo que Ramiro lo sabía. Y lo esperaba. Y lo esperó durante años, en que continuaba sentado como siempre y desde siempre. Y yo lo observaba de camino a casa y era el momento más triste de mis días. A veces pensaba que Ramiro por casualidad me miraba. y por casualidad también se apiadaba de mi soledad, como yo de la suya. Y en ese caso me hubiese atrevido a saludarle y agradercerle su testimonio del angustioso paso de la vida. Pero no lo hubiera hecho. Porque al igual que él, dicen que pocas veces hablo y no se me conocen amigos.

9 comentarios:

Emma dijo...

Ustedes deben ser buenos amigos.

Anónimo dijo...

Amigo, que bueno. Me encanto!!!
Besotess

masil,

rama dijo...

Si ese tal Ramiro, hubiese cruzado la mirada y balbuceado su argumento angustioso, ya ninguno de los 2 dejarían el bar, o tal vez sí, y la dicha los rescataría de semejante aflicción. Claro, que el dueño del bodegón cerraría, no por quiebra, sino más bien por nostalgia!.
Abrazo, papá!.

rama dijo...

Si ese tal Ramiro, hubiese cruzado la mirada y balbuceado su argumento angustioso, ya ninguno de los 2 dejarían el bar, o tal vez sí, y la dicha los rescataría de semejante aflicción. Claro, que el dueño del bodegón cerraría, no por quiebra, sino más bien por nostalgia!.
Abrazo, papá!.

Agostina dijo...

Muy bueno Edu! Yo, a veces, también hablo poco. A veces! jaja
Te mando un saludito genio.

Soledad Di Pasquale dijo...

Qué linda musicalidfad tienen tus escritos :)

Eduardo Roldán dijo...

Gracias queridos por su comentarios!
Maria Soledad sea bienvenida!
Saludos!

Ale dijo...

Palabras máximas :)

Muy hermoso lo leído , volveré a pasar

Maigrir ya dijo...

Paso a dejar mis saludos
espero q andes bien
t dejo un beso
muy lindo blog
pasate x el mio cdo gustes!!