A la siesta

Cuando era chico y la siesta silenciaba las horas, solía escaparme con mi hermana por la ventana del comedor de la vieja casa de la calle Mitre. Recorría sigilosamente el garage que, casi cómplice y compañero de fugas, me mostraba la vereda vacía y algún eco perdido del heladero que acababa de pasar.
El aire acondicionado de la habitación de mis padres resonaba en el pasillo, y a veces creía ver que hasta me guiñaba un ojo y me suplicaba: "no hagas ruido". Descalzo saltaba la muralla y corría hasta el portón de mi vecina. Sara me veía llegar agitado después del escape, y por encima de su máquina de coser, que era la música de aquel galpón adornado de retazos, me sonreía.
Así eran casi todas las siestas. La casa de Sara era inmensa, y en más de una ocasión, el patio se convertía en miles de kilómetros de pistas de autitos que diseñábamos con José Luis, en profundas trincheras que resguardaban nuestros ejércitos cuando jugábamos a la guerra con los frutos del paraíso, y en trampas para pajaritos que caían indefensos. Tan indefensos como nosotros.
A veces Sara dejaba sus hilos y agujas, y se sentaba a la sombra del viejo mango. Y tomábamos tereré, y nos retaba si hacíamos alguna travesura o si molestábamos a las gallinas. Pero a veces también nos dejaba arrancar las dulces granadas y pomelos que colgaban de los arboles que poblaban el patio. Y nos permitía llenar de huecos la tierra en busca de lombrices.
Aquellas siestas eran hermosas. A veces creo que yo crecí de siesta. Y las extraño. Y todavía recuerdo sus olores. Su sabor a interior y a silencio, y la tristeza de saberlas lejanas y encerradas en aquel patio de la inmensa casa de Sara.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

gran homenaje a Sara,que porsupuesto intuis lo importante que fue en el camino del crecimiento, y un gran homenaje a aquella casa, a aquella vereda, a aquella ciudad,de la que a veces renegas, pero se que amas intensamente,y que te ha marcado para siempre... pero bien...con buena tinta indeleble.... te quiero y te respeto.... adelante
ida

silvi a. dijo...

Me encantó el relato. En que lugar sucedía todo esto?
Me hiciste acordar a mis siestas, con mi vieja. Gracias!

Eduardo Roldán dijo...

Cigarra! cómo va? Todo esto sucedía en la siesta formoseña...
¿Cómo anda todo por Cigarrilandia?...espero verte de nuevo por acá...
Saludos...